
La siembra de quinua mejoró la vida de familias agricultoras en Bolivia
La exportación de quinua orgánica a Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania se inició en 1998. Las fundaciones Escuelas Radiofónicas Populares y Mujer y Familia, de Riobamba, enviaron el año pasado 460 toneladas a esos países. En los próximos meses ambas entidades ofertarán 540 toneladas. El precio del quintal de quinua, que tiene aminoácidos y calcio, es de USD125 en el extranjero.
Este año el quintal se cotizó a USD 100. Con el dinero los agricultores educan a sus hijos, arreglan su choza…
En la siembra de quinua, que se inició la semana pasada, los agricultores utilizan el azadón o a las vacas para arar la tierra.
En Colta y Guamote el cultivo de la gramínea ha permitido que 1.213 familias puedan aumentar sus ingresos, pagar deudas y mejorar su alimentación.
Estos cantones se encuentran en Chimborazo, donde están sembradas 430 hectáreas. Según el Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Agropecuarias (Iniap), hay 2.200 hectáreas distribuidas en Chimborazo, Bolívar, Cotopaxi y Carchi. De esta cifra, 800 hectáreas se cultivan sin químicos.
El precio de la quinua atrajo a Pedro Ushca
Pedro Ushca regresó hace un mes de Guayaquil. Ahí vende legumbres en los mercados y vive en un cuarto que arrienda en la ciudadela Martha Roldós.
Tiene 66 años y emigró a los 48. «Salí porque pagaban 20 sucres por un quintal de quinua, papas o cebada. No alcanzaba para educar a mis siete hijos».
Con destreza remueve la tierra apoyado en una yunta. Su parcela se encuentra en la comuna El Ángel, cantón Colta. Ayuda a María, su esposa, en los preparativos para la siembra.
Cuando era niño, sus padres, Manuel Ushca y Margarita Yumbo, le enseñaron que la semilla se coloca en la tierra en octubre porque se inicia el invierno y cuando las ramas están amarillas hay que cosechar.
También aprendió que la quinua crece en ocho meses. Sabe cómo se preparan sopas, tortillas y colada de quinua con leche.
La semana pasada colocó estiércol de cuy y de conejo en su chacra. «Este es el secreto para una buena producción. No utilizamos químicos, todo es natural».
Su tarea empieza a las 7 de la mañana y termina a las 16hs. Este año vendió nueve quintales de quinua a la empresa Sumak Life, de la Fundación Escuelas Radiofónicas Populares. Con la entidad trabaja desde hace 12 años.
Los técnicos le enseñaron a elaborar abono orgánico y le incentivaron a sembrar nuevamente en su terreno. Por cada quintal recibió USD100.
«Es un buen precio. Por eso regreso al pueblo, para trabajar en la chacra que estuvo abandonada muchos años», dice, ya con un claro acento costeño. Su meta es construir una casa.
Cuando llegó a El Ángel su esposa fue la más contenta. «Desde que se fue lo veía poco. Ahora pasa más tiempo a mi lado por la siembra de quinua».
El matrimonio Ushca vive en una choza hecha con tapial y techo de paja de páramo. Fue construida hace 50 años.
Las ganancias por la venta de la quinua les permitirá reparar el techo y reforzar las paredes que están cuarteadas.
Ushca guarda en una pequeña bodega azadones, palas y cuatro quintales de semilla de quinua.
Luego de la siembra regresará a Guayaquil. El próximo mes retornará para apoyar a su esposa a retirar la mala hierba.
Con la venta de la quinua se pagan deudas
Pedro Guamán cultiva quinua desde que tiene 10 años. Él vive en la comunidad Tabla Rumi, a 16 kilómetros del centro de Colta, y es un experto en la producción de la gramínea.
Hace siete años incursionó en este cultivo, pues el precio de las hortalizas y legumbres era bajo. En el pueblo escuchó que varias fundaciones ofrecían pagar hasta USD60 por cada quintal de quinua. La condición: que la tierra sea preparada empleando abono orgánico.
«Invertía USD 200, pero en el mercado me pagaban USD 20 o USD 30 por el quintal de haba y zanahoria». Con esas ganancias no podía pagar los USD 1.500 de un crédito.
En 2002 obtuvo su primera cosecha de quinua. Vendió cinco quintales. Guamán es extrovertido, alegre, y confiesa que cuando recibió USD 60 por cada quintal saltó de la emoción. «Simplemente no lo podía creer. Era mucha plata».
Apenas recibió el dinero fue a la cooperativa a pagar una parte del crédito. El año pasado comercializó 12 quintales. Por cada uno también le pagaron USD 60. Este año obtuvo más ganancias porque el precio se cotizó en USD 100. En su cultivo invirtió 150 y logró ingresos por 900. Por eso ya canceló toda la deuda.
«Fue un alivio pagar el crédito. Ahora duermo tranquilo, sin muchas preocupaciones. La vida del agricultor es difícil. Si la cosecha no es buena no se puede pagar el préstamo que se hizo para comprar semilla».
Su hija Marcia le ayuda en el cultivo. La chica de 14 años escucha con atención las explicaciones, porque el próximo año empezará a sembrarla en una pequeña parcela que le regalaron sus padres.
Con paciencia le indica cómo debe cortar las ramas de las plantas que miden 1,80 m de alto. «Tienes que cubrir lo que se cosecha con un plástico para que la quinua no se humedezca por la lluvia. Hay que vender un producto de buena calidad porque se envía a los Estados Unidos y otros países lejanos», afirma Guamán.
Este agricultor asegura que está motivado. Ahora su sueño es comprar una camioneta para llevar al mercado su cosecha y la de sus paisanos.
Carmen Chalán hace sopa con hojas de quinua
A las cinco de la mañana, el movimiento se acelera en la comuna Ocpotillo Chico, Chimborazo. A esa hora, hombres y mujeres con botas de caucho, ponchos y sombreros, caminan a sus chacras.
Otros se quedan en casa para preparar el desayuno. En su estrecha cocina, Carmen Chalán prende el fogón y coloca una olla de aluminio. Allí vierte leche mezclada con harina de quinua.
La colada es para sus hijos, Jesús y Silvia. Los chicos de 14 y 16 años, respectivamente, estudian en el Colegio Jaime Roldós Aguilera. «La quinua es uno de los mejores alimentos. Tiene vitaminas, calcio, proteínas, aminoácidos…».
Chalán sirve la colada en jarros metálicos, más dos panes y dos huevos. Mientras alista la mesa dice que años atrás compraba fideos, café, galletas, arroz y gaseosa. Prefería estos productos -añade la mujer- por desconocimiento y porque en la comunidad no se organizaban talleres de nutrición.
«Pero en los últimos años una fundación reúne a las mujeres para indicarnos que las galletas no son buenas para la salud. Además nos enseñan recetas fáciles, sabrosas y económicas».
La semana pasada, Chalán sorprendió a sus hijos. La mujer cocinó para el almuerzo una sopa hecha con las hojas tiernas de la planta de quinua, papas y carne. «Estaba rica, parecía acelga. Mi mami dice que tiene bastante proteína», confiesa Jesús.
Otra de sus especialidades es el pastel y la chicha de quinua. En las dos cuadras de terreno que heredó de sus padres siembra este cereal. El año pasado, vendió cuatro de los cinco quintales. El quintal restante lo molió en piedra para preparar sus recetas que también aprende escuchando la radio.
El lunes tendió en el patio polvoriento de su casa una manta de yute para depositar el grano que guarda en un costal.
«La semilla está lista, el suelo ya fue abonado, solo espero que lleguen las lluvias para empezar».
Tras varias horas de trabajo se levanta y camina despacio hasta la cocina para preparar el almuerzo. Esta ocasión cocinará sopa de quinua y pollo.
«Es el plato preferido de mi familia. La sopa con carne de chancho también es buena».
Redacción Sierra Centro
ambato@elcomercio.com
Fuente: El Comercio
Monica Criollo
5 octubre 2010 at 19:12
Me gustaría visitar plantaciones de quinua, ya que es el tema de feria de ciencias en la escuela de mi hijas, y me gustaría viajar esta semana de ser posible.
Favor confirmar si es posible la visita, para viajar desde Guayaquil.
Saludos,
Monica Criollo
Guayaquil